¿Por qué Sentipensar?

¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.

Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje que dice la verdad.

Eduardo Galeano – Celebración de las bodas de la razón y el corazón

 

Conscientes de la urgencia de continuar la senda de quienes día a día luchan por el cambio social, algunas personas del campo del derecho hemos resuelto constituir un grupo de estudios jurídicos y sociales al que le ha correspondido por nombre Sentipensar. Con esta colectividad buscamos realizar una investigación y litigio militantes, con el fin de contribuir a la solución de las necesidades sociales, políticas, económicas, culturales, ambientales, jurídicas y de género que tiene el conjunto del diverso y multitudinario sector popular en Colombia. A modo de presentación, en este escrito esbozamos parte del sentido que le damos al trabajo que empezamos a desarrollar bajo la orientación de eso que se conoce como sentipensar. Para ese propósito, primero señalaremos una especie de origen de ese concepto en la sociología colombiana, luego indicaremos la importancia que cobra para la investigación militante y, por último, resaltaremos algunas conclusiones relevantes para la caracterización de nuestro proyecto.

  1. Los pescadores de la costa colombiana dan cátedra a un sociólogo

Se suele decir que Orlando Fals Borda, el profesor que con Camilo Torres Restrepo fundó la facultad de Sociología de la Universidad Nacional, fue quien elaboró el concepto sentipensar y lo desarrolló en su amplia obra sociológica. Sin embargo, la primera parte de esto no es del todo cierta, pues el propio sociólogo reconoció que ese saber lo había aprendido de los pescadores de la costa norte del país, mientras adelantaba sus investigaciones que terminarían en los cuatro tomos de la Historia doble de la costa.

En una entrevista de 2007[1], meses antes de su fallecimiento (Moncayo, 2015), el académico y militante colombiano señaló haber aprendido una serie de elementos que influenciaron sus investigaciones. Ese saber tendría que ver con tres aspectos de las comunidades que habitaban las riberas de ríos como el San Jorge: la cultura anfibia, el ser sentipensantes y el actuar como una hicotea.

La cultura anfibia, especialidad que tiene que ver con combinar, y adaptarse a, condiciones de agua y tierra, hace parte de la concepción de vida que por años han desarrollado estas comunidades al relacionarse material y espiritualmente con los ríos, la costa, las ciénagas, los animales, el cultivo de la tierra, etc. Ellas han mezclado las labores de agricultura con las de la pesca y caza generando formas de aprovechamiento de lo que les rodea para vivir y desarrollar sus proyectos: se transportan en canoas, utilizan elaboradas técnicas de pesca con atarrayas, identifican ciclos de cultivo, entre otros aspectos relevantes del estar yendo de un ambiente al otro.

Además, cuenta Fals Borda que un pescador le dijo que ellos “actuaban con el corazón, empleando la cabeza” y que por eso eran sentipensantes. Y es que no puede ser de otra forma. Quien aprende a conciliar condiciones de existencia antagónicas, en principio, como las que se derivan de un siempre cambiante río y las que lo hacen de la firmeza de la tierra, debe hacer uso al tiempo de la razón y del corazón para sortear las complejidades que esa mezcla entraña. Así, sentipensar se puede comprender como aquella actitud en la cual una persona ya no sólo se mueve entre dos ambientes distintos (ser “anfibio” entre la razón y el corazón), sino que además es capaz de juntar el saber y el sentir, reconociendo el vínculo estrecho que subyace a la relación mente-cuerpo, razón-corazón, saber-sentir, etc., y extrayendo de allí nuevas formas de conocer sintiendo.

Lo anterior no se entendería del todo si no se tiene presente la condición de hicotea de quienes habitan estas riberas. La hicotea es una tortuga naranja de río que, una vez llega la sequía, se introduce en la tierra por bastante tiempo a la espera de nuevas condiciones de humedad para salir a reproducirse, nadar, comer, etc. Esto implica que las tortugas hicoteas son aguantadoras. Y precisamente así han sido las comunidades que por años han resistido las condiciones materiales de empobrecimiento y exclusión que provoca un sistema de dominación como el actual. Pero lo interesante es que estas comunidades también se sobreponen a esas situaciones con sus lazos comunitarios, su arte popular y su ímpetu transformador. Es decir, las aguantan para luego y/o paralelamente superarlas.

Queda claro entonces que las raíces de eso que llamamos sentipensar se encuentran en la forma de vida que han construido algunos sectores costeros del país para moverse, actuar y resistir en su medio social.

  1. Conocer para transformar: la investigación militante

De lo dicho se desprende que sentipensar implica seguir el ejemplo de esas comunidades y su concepción de mundo anfibia, sentipensante e hicotea. Esa particular manera de habitar el mundo tiene mucho para enseñarle a la academia y a la sociedad colombiana en general. Vinculada a esa idea, desde el siglo pasado ha surgido en las ciencias sociales latinoamericanas la necesidad de modificar la manera como se investiga la realidad, con el fin de afinar las categorías de análisis y elaborar estrategias de transformación y cambio social desde ese saber sintiendo o sentir sabiendo.

De ahí que, con Galeano, se celebren las bodas de la razón y el corazón. Pues se ha ido comprendiendo que la ciencia social (la razón) no puede desprenderse del interés de transformación que le subyace (el corazón), derivado de sentir y evidenciar las profundas injusticias sociales que sufren las mayorías. Ese sentir reclama un saber que contribuya a cambiar las cosas sin desprenderse de ese sentimiento de justicia que le impulsa, pero sin olvidarse del rigor que requiere.

Si quien investiga para transformar se despoja de la falsa dicotomía entre lo subjetivo (sentimiento) y lo objetivo (razonamiento), y asume esa boda entre el saber y el sentir, es decir, si junta sus pedazos, rápidamente comprenderá que su acción investigativa implica un compromiso. Esto no quiere decir que la investigación e intervención social pierda rigor o deje de ser científica. Lo que hace es poner de presente algo que bajo la válida pretensión de objetividad se mostraba como neutralidad.

Es bastante probable que de toda esa reflexión el profesor Orlando, siguiendo la senda trazada por el cura y también sociólogo Camilo, haya concebido su Investigación Acción Participativa. Explicar las complejidades de esa apuesta investigativa excedería los propósitos de este escrito. Sin embargo, puede mencionarse que ese tipo de investigación ha sido concebida como una intervención social que transforma la relación de “sujeto-objeto” a “sujeto-sujeto”. Pensada de esa manera, la producción de conocimiento acerca de la sociedad reconoce la agencia de las comunidades y personas con las cuales se investiga esa realidad, al igual que pone de presente el vínculo inocultable del investigador en los mismos procesos sociales, comunitarios, etc.

Como esa propuesta de investigación e intervención social han venido surgiendo otras a lo largo y ancho del mundo, aunque en esa materia puede considerarse como pionera a la región latinoamericana. La propuesta que orienta nuestra acción encuentra inspiración en esa ya larga tradición, dialoga con ella y extrae de ese encuentro nuevas reflexiones propias de su ejercicio desde el campo jurídico-político.

  1. Reflexiones finales

La investigación e intervención así pensada exige cierta actitud militante de quien investiga. Militante no quiere decir aquí que haya una dependencia o afiliación ciega a intereses organizativos y políticos de determinadas personalidades o partidos. Tampoco que haya un cierre hermético y ortodoxo en relación con el afuera del grupo. Antes bien, indica una autonomía de agencia que parte del compromiso con los retos que plantea una sociedad tan desigual como la colombiana.

Quien investiga de manera militante está en la capacidad de cuestionar los supuestos mismos desde los que parte. Lo que le diferencia de otras posturas es su compromiso ético con la transformación de las condiciones de desigualdad e inequidad que reconoce en el mundo y a través de esa producción de conocimiento. Militar es, entonces, comprender la primacía de las preguntas ¿para quién se investiga? o ¿para qué se investiga? antes de la cuestión del ¿cómo se investiga?

En nuestro caso, investigamos para intervenir decidida y conscientemente en la realidad social y así contribuir al cambio que requiere una sociedad como la nuestra. Quien se beneficia de esas acciones no es nadie más que el amplio, diverso y complejo sector popular. El sector de los sin parte en el reparto social. Con esa pretensión en mente es que asumimos que esa labor es imposible si no “actuamos con el corazón empleando la cabeza”.

  1. Referencias

Moncayo, V. (2015). Presentación. Fals Borda: Hombre hicotea y sentipensante. En O. Fals Borda, Una sociología sentipensante para América Latina (págs. 9-19). Buenos Aires: Clacso.

 

[1] Cuyo extracto consultado para este escrito puede revisarse acá https://www.youtube.com/watch?v=LbJWqetRuMo&t=44s

Nicolás Tamayo Leal

Ha realizado estudios en derecho en la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca y en teoría del Estado, gobierno y democracia en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – Clacso. Igualmente ha trabajado para la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y la Comisión Colombiana de Juristas. Es cofundador de Sentipensar y actualmente se desempeña como investigador. Sus áreas de interés son la justicia constitucional, la teoría del Estado y la filosofía política y latinoamericana.

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