Diariamente en Colombia la constante es encontrar retaliaciones acerca de las cuestiones de género, máxime cuando la marea verde-morada que se ha desatado de unos años para acá ha incomodado en cada rincón del país. El 8M, el 28S y el 25N se han convertido en fechas conmemorativas que convocan nuestra presencia como mujeres quienes con gritos, arengas, música, arte, entre otras, hacemos de estas fechas un estallido colorido que se apropia de lo público y repercute en lo privado.
La conmemoración del 25N se remonta a las Hermanas Mirabal, oriundas de República Dominicana, quienes como consecuencia de su activismo político fueron asesinadas en la entonces dictadura de Rafael Trujillo en 1960. Así las cosas, el primer encuentro feminista latinoamericano y del Caribe, celebrado en Bogotá en el año de 1981 fue convocado en conmemoración a las compañeras Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Este evento repercutió a nivel internacional y posteriormente fue reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, para que a partir de esta fecha el 25 de noviembre se conmemore como el día internacional de la eliminación de las violencias contra las mujeres.
Pese a ello, el estado de cosas actual en el país en términos de violencia contra las mujeres es bastante alarmante, pues como consecuencia del confinamiento y la pandemia, según cifras de medicina legal[1], se incrementaron las violencias en un 8,3% respecto al año anterior. En cuanto a la violencia sexual aumentó un 21,7 %; la violencia en pareja un 6,9% y la intrafamiliar un 1,7% para un total de 64.259 casos de violencia contra las mujeres, cifras que solo incluyen las denuncias que conoce la institucionalidad, desestimando aquellas que se quedan al interior del hogar y que se desconocen oficialmente. Asimismo, el Observatorio Feminicidios Colombia[2] ha registrado que durante el 2021 se han presentado 433 casos de feminicidios en el país de las cuales la mayoría de víctimas tienen entre 25 a 29 años de edad.
Bajo este panorama, desconocer la violencia machista es inadmisible; por ende, es necesario el abrazo a la lucha de nosotras como mujeres en cada uno de los escenarios que nos hemos ganado. Tarea que no es tan fácil estando inmersas en un país misógino al que poco le interesa debatir o poner sobre la mesa las cuestiones de género. Aun así, la lucha sigue siendo constante, los espacios más seguros e incluso plácidos para compartir entre nosotras al calor de un concierto, de una marcha, de una pinta, de un performance e incluso de una capucha.
Duele cada hermana, cada amiga, cada compañera que atraviesa una situación de violencia que no logramos detectar, pero duele aún más, cuando por negligencia institucional repercute en su vida hasta convertirse en un feminicidio. Por eso, hoy acompañamos y nos solidarizamos con el dolor de las familias que han tenido que atravesar por dicha situación. Vivir siendo mujer colombiana o latinoamericana debe trascender a espacios seguros y libres, de allí que reivindicar nuestra lucha por recuperar aquello que nos ha sido negado debe ser un compromiso de cada una con el objetivo de revolver esas aguas profundas del patriarcado y traer a la vida nuevas formas de coexistir.
[1]Ver: https://www.medicinalegal.gov.co/documents/20143/665772/Violencias+en+tiempos+de+COVID+Ene-Oct+2020+-+2021.pdf
[2]Ver: https://www.observatoriofeminicidioscolombia.org/index.php/reportes